Suite francesa es ante todo una novela autobiográfica. La autora cuenta de manera magistral los días previos a la invasión alemana, y el éxodo de miles y miles de parisinos que incrédulos dejan tras de sí todo. Estamos en la Segunda Guerra Mundial. A medida que los alemanes van avanzando por todo el país, Irène Némirovsky describe con acierto, como el orden social establecido se desmorona, para dar paso a una de las épocas más terribles de la historia europea.
La novela se ideó en cinco partes, sin embargo, la escritora -detenida por los gendarmes franceses el 13 de julio de 1942 y enviada a Auschwitz, donde murió asesinada el 17 de agosto-, sólo tuvo tiempo de escribir dos:
- Tempestad en junio. Se centra en el éxodo de la población francesa, en su huída a pie y en coche de París. En las artimañas para conseguir comida, cama, gasolina. Personajes de toda condición unidos por su lucha por la supervivencia en un mundo que ya no reconocen como suyo.
- Dolce. Habla de la ocupación de un pueblo francés por parte de un regimiento alemán, y de como cambia la vida de sus habitantes con su llegada. Los sentimientos contradictorios tanto de los ocupantes como de los ocupados se desvelan de forma magistral. El colaboracionismo, las delaciones, y las historias de amor que surgen entre ambos bandos centran esta segunda parte.
Irène Némirovsky pertenecía a una acaudalada familia judía de Ucrania que huyó de Rusia en la revolución de 1917 y se estableció en París en 1919. Su educación fue exquisita, pero sufrió la soledad en su niñez. Obtuvo la licenciatura de Letras en la Sorbona y publicó su primera novela, David Golder en 1919. Muy pronto se convirtió en una escritora de gran prestigio en Francia.
Escribía en francés -la aristocracia y burguesía rusa usaba el francés como lengua de distinción- aprendido de su aya en la niñez- pero además hablaba con fluidez: ruso, polaco, inglés, vasco y finlandés y entendía yidis.
Me impactó la lucidez de la autora, la ausencia de autocomplacencia, su certeza de que no iba a sobrevivir a ese tiempo que le tocó vivir, predecir que su obra sería póstuma. Su lucha por asegurarles un futuro a sus dos hijas. Su clarividencia en contraste absoluto con la falsa realidad en la que vivió su marido, Michel Epstein, quién también fue deportado y asesinado en Auschwitz.