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lunes, 31 de diciembre de 2012

ALGUNOS LIBROS

Los diez mejores libros que leí durante 2012.

1.- Lincoln, de Gore Vidal.

2.- Libertad, de Jonathan Franzen.

3.- Relato soñado, de Arthur Schnitzler.

4.- Del boxeo, de Joyce Carol Oates.

5.- Mason & Dixon, de Thomas Pynchon.

6.- La gran marcha, de E. L. Doctorow.

7 .- Las cuatro reinas, de Barry Gifford.

8.- Mansfield Park, de Jane Austen.

9.- Donde se guardan los libros, de Jesús Marchamalo.

10.- Europa, de Julio Martínez Mesanza.


Os animo a todos a dejar vuestra lista con los libros que más os han hecho disfrutar en este 2012 que ya nos dice adiós. Que paséis una feliz Nochevieja y que el año que viene nos deje buenas letras, escritas y leídas.

domingo, 20 de noviembre de 2011

LA SUBASTA DEL LOTE 49, DE THOMAS PYNCHON

              Tenía dos opciones a la hora de hablaros de  este pequeño libro que acabo de terminar. La primera opción era un texto en el que no  decía  absolutamente nada (¿es eso un texto?) y que por toda información sólo contenía una fotografía de  la portada del libro en la  edición que yo he  leído. He descartado ese camino ya  que era  injusto con un libro que me ha parecido una absoluta obra maestra. La segunda opción era una enorme disertación acerca de las bondades literarias del señor Thomas Pynchon y la importancia que este libro en concreto tiene para narraciones posteriores (de David Foster Wallace a Jonathan Franzen, pasando por Don DeLillo). No me apetece disertar. Así, descartadas las dos únicas opciones, me veo obligado a hacer un híbrido, con lo que  eso demuestra mi absoluta incompetencia a la hora de  encontrar palabras para describir semejante novela.



            “Pues ahora era como caminar por el mapa de la memoria de un ordenador gigantesco, los ceros y los unos hermanados en lo alto, colgando como esculturas móviles en equilibrio por la derecha y por la izquierda, tupidos por delante, infinitos tal vez. Detrás de las crípticas callejuelas habría o un significado trascendente o sólo la tierra.” Edipa Maas, la protagonista de La subasta del lote 49, llega a esta conclusión ya al final del libro, al final de la historia que Thomas Pynchon ha ideado para ella. Sabedora de que está en medio de un relato que ni ella ni el lector son capaces de comprender en toda su magnitud, sólo le queda la seguridad de que  es el autor (Pynchon) el que sabe lo que está haciendo. Pero este sistema binario que Pynchon/Edipa nos plantea es mucho más trascendente. La literatura, el relato, la narración, la Historia, sólo puede ser real o falsa, trascendente o intrascendente, coherente o paranoica.



            Sería un iluso si pretendiera narrar (a modo de sinopsis) la trama (entendida como suceso de hechos) de La subasta del lote 49. Sería un iluso y además haría muy poca justicia a un libro (y a un autor) al que hay que entrar completamente vírgenes de prejuicios y dispuestos a zambullirse en el universo pynchoniano, dispuestos a traspasar el espejo como Alicia. Sólo nos queda abrir los ojos y disfrutar (o no) con una de las prosas más brillantes de finales del siglo XX, con una de las mentes más imaginativas del panorama literario contemporáneo, con uno de los libros más endiabladamente divertidos y crípticos de la narrativa norteamericana. Eso, ni más ni menos, es todo lo que nos ofrece Pynchon: un baño de buena literatura.



P.D.: Nada o casi nada se sabe de un autor que ha hecho del anonimato y la ocultación su marca de identidad. Un par de fotos y el descaro de mandar a un payaso a recoger un prestigioso premio literario. Por eso cuando dicen que Pynchon es uno de los eternos candidatos al Premio Nobel de Literatura me cuesta imaginar una ceremonia más divertida.

domingo, 13 de noviembre de 2011

A SANGRE FRÍA, DE TRUMAN CAPOTE

           “- ¡Oh, no tiene por qué preocuparse, señora!- dijo el granjero- En este momento esos dos nos tienen más miedo del que les podamos tener nosotros.” (A sangre fría, de Truman Capote)
                Holcomb, Kansas, noviembre de 1959. Cuatro miembros de la familia Clutter son asesinados sin más motivo aparente que  el mero hecho de quitarles la vida. Sobre esta sencilla premisa, que en cualquier diario no hubiera ocupado más que un cuarto de página en la sección de sucesos, el escritor Truman Capote construye uno de los edificios literarios más asombrosos de la literatura norteamericana contemporánea. Utilizando recursos más propios del periodismo de investigación que de la literatura, Capote reconstruye paso a paso todo lo acontecido desde el día antes del asesinato hasta el desenlace final de la sentencia (no diré nada más). Sin embargo, si el autor sólo hubiera hecho eso, A sangre fría no sería la obra maestra que es hoy. Capote reconstruye, sí, pero sobre todo disecciona cual forense toda una forma de pensar, actuar, opinar y enjuiciar por parte de los habitantes de Holcomb.

                Dividida en cuatro grandes bloques (“Los últimos que les vieron con vida”, “Personas desconocidas”, “Respuesta” y “El rincón”) A sangre fría es a veces más importante por lo que calla que por lo que expresamente dice.  Tras la aparente objetividad que imprime a toda la obra, Truman Capote dispone las piezas del rompecabezas de tal forma que es imposible desconocer la propia opinión del autor sobre los hechos que narra. Y ahí es donde está la mano maestra de un autor que sabe jugar sus fichas como nadie. No le hace falta hacer ningún discurso sobre lo sucedido, ya que son los propios habitantes de Holcomb y los propios hechos narrados los que terminan quedando en evidencia.

lunes, 7 de noviembre de 2011

EL CORAZÓN HELADO, DE ALMUDENA GRANDES

                La mayor virtud es también el mayor defecto de este libro: su extensión. Es su mayor virtud porque Almudena Grandes consigue que el lector (al menos este lector, claro) siga con interés el largo recorrido histórico que nos plantea. Es su mayor defecto porque en ese largo recorrido histórico el lector (al menos este lector, claro) tiene una sensación muy rara: a pesar de lo bien escrita que está, a pesar de la capacidad de Grandes para mantener la tensión, sobran páginas. La historia de El corazón helado ganaría muchos enteros aligerando de alguna manera sus páginas. Es como si Almudena Grandes se hubiera planteado desde el principio que El corazón helado debía tener esa cantidad de páginas, y eso se nota. Se nota en la lentitud con la que transcurren ciertas escenas, en la a veces exasperante forma de hablar de ciertos personajes, en el excesivamente dilatado final. ¿Quiere decir eso que no me ha gustado? No, la novela me ha gustado, y mucho. ¿Quiere decir entonces que está mal escrita? Ni mucho menos. La novela está maravillosamente bien escrita, y la autora se aprovecha de su buen, excelente, pulso narrativo como arma para saber que es capaz de estirar el tiempo. Pero Grandes no es Tolstoi, ni Victor Hugo, ni su admirado Galdós.

           



              Almudena Grandes nos habla en esta novela de cosas muy importantes, de cosas muy actuales: la necesidad que tiene este país de ajustar cuentas con su memoria histórica, de hacer justicia con tantas personas a las que nos les hemos dado ni las gracias, de equilibrar una balanza que está desequilibrada desde hace demasiados años. Habla también de generaciones: de nuestros abuelos que vieron sus vidas marcadas por una guerra y, muchos de ellos, como mi abuelo, por una derrota que no merecían; de nuestros padres, que vivieron una dictadura y unos años grises, de silencios y miedo; de nosotros, sus nietos, que intentamos recuperar esas voces y hacer algo de justicia, contar lo que fueron, lo que se jugaron, lo que perdieron y lo que nunca nadie les ha reconocido. Por todo eso, gracias Almudena Grandes por escribir esta novela.

sábado, 29 de octubre de 2011

EL ABRECARTAS, DE VICENTE MOLINA FOIX

             Me tropecé con esta novela por pura casualidad, lo cual tampoco es tan raro, ya que muchas de las mejores novelas que he leído en mi vida han caído en mis manos fruto del azar, del destino. El club de lectura al que pertenece mi mujer en Torrevieja lo estaba leyendo. Ana me dijo: debes leer este libro, te gustará. No falló. El abrecartas de Vicente Molina Foix es una novela magistral. Publicada por Anagrama en el año 2006, consiguió al año siguiente el Premio Nacional de Narrativa.
            Utilizando un género tan clásico (y por eso mismo tan “moderno”) como el epistolar, El abrecartas es un puzzle que arranca pocos meses antes del estallido de la Guerra Civil y concluye en la actualidad, trazando así toda una historia (personal y colectiva) de nuestro país y sus gentes. Con una inmensa galería de personajes (de todas las clases sociales y políticas) en ningún momento se tiene la sensación de confusión, de “hacerte un lío”, lo cual demuestra el talento de Molina Foix a la hora de saber utilizar tan vasto material narrativo. La novela, además, mezcla con sabiduría personajes reales (Federico García Lorca, Vicente Aleixandre o el propio Vicente Molina Foix) con personajes ficticios (uno de ellos, llamado Setefilla, es realmente uno de esos personajes de los que el lector se enamora y de los que cualquier escritor aficionado sueña alguna vez con crear).
            Realmente pocas cosas negativas puedo decir de una novela que consigue entretener pero no a cualquier precio, sino con una calidad que se aprecia en detalles como el hecho de que los personajes escriben según su nivel intelectual (algunas cartas están repletas de faltas de ortografía) y político (las cartas y los informes franquistas aparecen llenos de la retórica fascista).
            Un libro para reír, llorar y, no voy a negarlo, indignarse un poco con algunas situaciones injustas que viven unos personajes con los que, quieras o no, terminas identificándote.